
En ocasiones recuerdo que tomaba mis peluches favoritos y los recostaba junto a mí. Luego sintiéndome de sobremanera culpable los sacaba de mi cama y los colocaba junto a los demás.
La tarea de cubrirlos era ardua, no debían quedar ni pies ni manos afuera, no era mi intención aumentar las posibilidades de un resfrío.
Y a veces cuando la mantita no bastaba, me levantaba sigilosamente en busca de mis chalecos más lanuditos.
Pero con el paso del tiempo los peluches se volvieron insuficientes; mis muñecos también sentían frío. Fue así como incluí a mi topollillo, mi nenuco y mi pepona.
Procuraba dormir con sumo cuidado, no debía moverme en exceso porque corría el peligro de que se destaparan o en el peor de los casos que cayeran bajo la cama.
Así transcurrieron muchas noches de mi niñez, en una completa inocencia y en una absoluta preocupación por los demás.
Hoy sigo igual, cambie los peluches por amigos y las mantitas por consejos y cariño desmesurado.
4 comentarios:
Lejos lo mas tierno que recuerdo haber escrito.
En la foto aparecen mi pepona
(al fondo a la izquierda) y mi topollilo junto a mis piernas.
La historia es real, no son inventos ni nada por el estilo...
Es tiare mabel a los 5 o 6 añitos
Que erí tierna y regalona n.n
Yo algo similar hacía, me acostaba con todos mis peluches xD
pero a la mañana siguiente.... ellos se levantaban 1º que yo, y de hecho, se levantaban todos a jugar al suelo, y me esperaban. Eran más tiernos :)
Un claro ejemplo de la ingenuidad que presentamos los niños. Con los ojos que miramos al mundo. Lo rico es que, tú cuidas a tus amigos asi como lo hacías con tus peluches. Eso si que es revalorable, sigue así ^^
Qué tiempos aquellos cuando nos bastaba aportar toda nuestra ternura a nuestros peluches con el fin de que la oscuridad de la noche no se hiciera tan larga.
Pero ahora, lejos de la protección o de la ilusión de tenerlos cerca o de mimarlos, la noche es para algunos (me incluyo) una amalgama de incertidumbre, dudas, penas , remordimientos, el eterno miedo a la soledad, la pesadilla que siempre nos acecha y que nos amenaza con hacerse tangible en la vida real.
Ahora, al menos para mí, la noche representa el hecho de quedarme a solas con mi soledad.
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